lunes, 4 de enero de 2010

Claroscuro




El otro día, quitando un poster de mi cuarto, descubrí que el medio metro cuadrado de pared que este había escondido durante casi 4 años conservaba aún el amarillo pálido que tenía cuando yo llegué. El resto del habitáculo se había oscurecido, se había ido apagando por el humo de todos los cigarrillos que encendí y me fumé a oscuras, nervioso, dormitando, en compañía, decepcionado, agotado, solo...

Fue curioso: en un segundo toda la nicotina y todas las historias que habían delineado ese triste rectángulo desfilaron por cada uno de mis poros y arterias, por los días en los que desprecié al tiempo, por los segundos en los que estuve a gusto, por todas las noches que pasé en vigilia fumando por fumar.

Estaba tan ensimismado con ese claroscuro que olvidépor qué había quitado el poster. De repente los años me partieron los hombros y los triunfos, y todos los besos y el cine y las palabras que volaron de ciertas bocas al oscurecido amarillo de mi pared, que ya no era pálido, ni nuevo, ni el que vi yo al llegar... sino otro color, otro concepto que engordaron el humo y el tiempo, otra persona que, sin querer, descubrí que era yo.

- ¿Y si lo hubiera quitado antes? ¿Si hubiese fumado menos? Si te hubiese conocido antes quizás conservaría el aburrido amarillo uniforme por el que pagó el casero un día.

- Si me hubieses conocido antes no tendría sentido que quitaras el poster, ni esta historia, ni nada... porque yo soy ese contraste exacto, y ese minuto y ese
segundo exacto en el que lo descubriste y te impresionó.

En ese momento recordé que lo había quitado para colgar uno nuevo, uno un poco más pequeño que el anterior y que al final quedó de la siguiente forma: tú, mi momento, mi contraste, mi tono concreto: un marco oscurecido, luego uno pálido y, en el centro, el nuevo poster que dice algo así como “elige tu vida”.